ELLA (O NO)



Recién salido de casa, un día cualquiera, y caminando a por el pan, le dio un vuelco el corazón. La tenía delante, de espaldas. ¿Era ella?

(aquella primera cita, primera mirada, primer beso, primer contacto… las risas estridentes de felicidad inesperada… aquello sin duda fue magia. MAGIA)

 

Su pelo rubio, casi albino, ondeaba suave al viento mientras caminaba con cierta prisa y ágil ritmo delante suyo. El abrigo gris de lana, largo y ceñido. Sí parecía ella, la verdad…

(la noche sin dormir, tras el concierto, en su casa. Las cervezas por acabar, por la urgencia del quererse. El abrazo eterno sobre el colchón, después)

 

No conseguía acercarse del todo porque ella iba deprisa y él, temeroso. Pero es que era ella, casi seguro: mismo andar, misma cadencia de caderas, mismo agitar de hombros al compás de sus pies…

(besos, más besos, de todos los colores y sabores, y abrazos reconfortantes, aquel viaje tan divertido conociendo lugares y sensaciones maravillosas entre (y contra) el frío. El nacimiento del AMOR.)

 

En aquella esquina, ella gira y por un breve instante cree ver sus rasgos: nariz algo chata y desafiante; su pecho, erguido, pequeño y orgulloso; y esa sonrisa de medio lado casi tapada por su melena de plata… TIENE que ser ella.

(lágrimas de alegría por su ascenso en el trabajo, conocer a sus padres esa noche tan divertida de juegos de mesa, el abrazo interminable que por suerte no acaba nunca)

 

Ya casi está a su altura y juraría que la oye hablar suavemente. ¿Lleva un manos libres?. Pero esa voz, ESA voz… definitivamente es ella, sí.

(los paseos sin motivo, las charlas de música y cine donde compartían poco pero aprendían mucho, el sexo (¡oh, ese maravilloso SEXO!) que era pura vida inyectada en sudorosas y privadas sesiones)

 

La adelanta, casi jadeando más por la ansiedad de SABER que por el esfuerzo, pero aún no puede, no debe, volverse a mirar. Es demasiado pronto, y él muy remilgado. Siempre lo fue.

(más risas, borracheras en aquel cutre bar de su barrio al que tanto cariño le tenían, el sexo que crece y los abrazos que permanecen, las rachas sin verse por trabajo que acrecentaban hasta el infinito las ganas de morderse y lamerse de ambos…)

 

Se vuelve. Mira. Vuelve a mirar. Ahí está, efectivamente, hablando por un auricular diminuto. Sonríe, asiente con la cabeza enmarcada en la melena nívea y mira al suelo de pasada. Y…

No es ella. NO LO ES. Por un momento su imaginación (y su corazón, y todas sus vísceras) quiso que sí, pero definitivamente NO. Nunca lo fue.

(cómo se fueron apagando todas esas cosas con el tiempo, con la rutina, con la falta de sorpresa y de empatía… como desapareció todo nuestro universo sepultado por el aplastante polvo de lo mundano)

 

…siguió adelante, un día cualquiera, de camino a por el pan.

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