TORMENT(O)A.




... Y entonces empezó a llover con fuerza.


Claudio se subió impulsivamente el cuello de la cazadora de cuero pero no miró hacia arriba.

No le hacía falta para saber lo que había en el cielo: tormenta. Y de las gordas.


El broche perfecto a un día estupendo, a una semana cojonuda, a un mes de puta madre. Modo ironía ON, claro.


Claudio estaba solo. Otra vez. Y solo, ahora sí, significaba completamente solo.

En el peor momento. En su peor valle. En la cúspide de su profundidad. Oportuno él. Ella. Todos. 


...truenos, relámpagos, y el cielo derramándose, furioso, sobre él. Sobre todo ser vivo.


Claudio sabía que la vida era una mierda, sí, pero hasta hace bien poco no sabía que la vida se empeñaba, con ganas, en demostrarlo con rotundidad. La muy cabrona.


Los problemas venían de 3 en 3, decían. Los cojones. Claudio había dejado de contar en 13, y eso desde ayer... Y seguían. Claro que seguían. ¡Jajajajaja, no iban a parar! ¡Alegría! 


Si la vida te da limones, hazte limonada. Ya. Ok, capisci. ¿Pero y si te da cianuro? Si lo que te da es un gran y reluciente bote de mierda... ¿Qué haces? ¿Eh? Pues eso.


Ruidos infernales, a lo lejos, y relámpagos como flashes celestiales que pasaban por ser selfies de un Dios un poquito cabrón. 


Claudio andaba rápido, cabizbajo, encogido. Mitad mala postura, mitad soportar el peso de la culpa, rabia, frustración y miedo de todo el planeta. 

De toda una vida.


Comprobó que ir más rápido bajo la torrencial lluvia lo único que hacía era empaparle más deprisa. Que no hay atajos bajo una tormenta. Que no hay túneles salvadores en el último momento. Sólo agua. Implacable. 


¿Por qué no podía ser esto un capítulo mierdero más de One Tree Hill y acabar intensamente, pero bien?

¿O triste, incluso mal, pero en paz? ¿O simplemente acabar? 


Arriba, el cielo se volcaba sobre su calle, su barrio, su cuidad... como si ésta le hubiera hecho algo malo previamente. Pero no. No había maldad, solo tormenta. Fuerte. Muy fuerte. 


Claudio pensaba que fingir estar bien a la larga no daba ningún resultado. Que era imposible engañarse eternamente. Que era insoportable pretender no ser él. 

Y terriblemente agotador. 


Los pasos rápidos sobre el asfalto inundado formaban pequeñas explosiones de agua en torno a sus pisadas. Pies empapados. Alma chorreando. Metáfora. 


¿La vida daba tregua alguna vez? Se preguntó, fugaz. No, claro que no. 

¿Y él, se daba tregua alguna vez? Joder, tampoco, esa era la verdad. El masoquismo por bandera. El sufrimiento como emblema.


Arreciaba fuerte, no paraba. ¿Por qué iba a hacerlo?, ¿acaso lo merecía?, ¿él, ni nadie?... 


Claudio se odiaba por muchas cosas. Por muchas. Y se arrepentía de bastantes, por mucho que hubiera aprendido de sus errores. Pero, joder, no se merecía esto. 

Todo no, al menos.


Chaflán, giro, golpe con un paraguas ajeno, exabrupto, tic nervioso, subida de cuello de cazadora y pa'lante. Seguimos para bingo. 


Ecos de truenos de fondo cual pedo gigantesco, grotesco, brutal. Algún pequeño destello lejano, a lo último suspiro de bombilla moribunda.


Claudio esperaba la lógica de las cosas, la explicación racional de la vida, la matemática de la verdad.

Pero la cosa no iba así, of course. Ni parecido. Y eso le descolocaba. Y le estresaba. Infinitamente.


Y con las personas igual. No ya expectativas, no, tan solo un mínimo listón de raciocinio. Una leve esperanza de corrección y orden en ideas, actos y motivos.

Demasiado pedir, baby. Demasiado.


Nubes, negras pero grises, densas pero de algodón, amenazantes pero reconfortantes, tapando lo de detrás, sea lo que sea. Haya lo que haya. O quien haya, nunca se sabe...


Y Claudio que sigue cagándose en todo, como a él le gusta, como siempre, como en casa, como cuando se siente incómodamente cómodo. Es SU deporte. Yeah. 


Todo huele mal, todo supura, todo se pudre, todo cae. Lo llamamos vida pero es morir poco a poco. Sin freno. Sin excepción. Sin vuelta atrás. 

Vida. Sí. Claro. 


Total, que ya parece que queda menos. Para todo. Para casa, para la noche (¿no es de noche aun? ¿No lo es siempre?), para el fin. Queda menos. Y no sabe si eso es bueno o malo. Puto dilema. Otro pa la hucha.


Ya no llueve. Ni truena. Ni relampaguea. Ya no hay tormenta. 

No en el cielo, al menos: la cabeza de Claudio, como siempre, va por libre... 


Quizás ésta sea la última vez para algo malo. O la primera vez que hace algo por última vez. O la última vez que hace algo por primera vez. Whatever. Pero algo. 

No sé, lo que sea. 


Hoy toca esperar. Una señal, una inspiración, un aviso. Un cambio... ¿Por qué no? La vida era una puta mierda, sí, pero no es eterna. Luego los problemas tampoco. 

Ni la soledad. Supongo. 

Claudio supone. 


Porque al final, muy al fina...¡¡¡qué cojones es eso!!!

Claudio se para. No en seco, obviamente, porque está calado hasta los huesos, hasta los miedos, hasta los huecos más profundos.

Pero se para de repente.

Y sube la cabeza.

Bien alto.

¿Es un águila?

Joder, sí, la hostia, es una jodida águila.

En el cielo. En la ciudad. 



Y le golpean, frágiles, tímidos, sutiles, elegantes... varios rayos de luz solar.


Claudio la sigue con la mirada, absorto, alucinado. 

La escucha chillar, poderosa, mientras continúa implacable su vuelo, recto, firme.

Claudio la mira, la disfruta, la saborea. 

Claudio sonríe. 

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